El PCE denuncia la feroz represión desatada en Kazajistán y se solidariza con los trabajadores kazajos.

El PCE denuncia la feroz represión desatada en Kazajistán y se solidariza con los trabajadores kazajos.

Las masivas protestas sociales que se han venido desarrollando en los últimos días en Kazajistán tienen su origen en la voracidad del régimen oligárquico creado por el converso Nazarbayev y sus cómplices. En el extenso país de Asia central, el capitalismo salvaje ha generado un puñado de multimillonarios – entre los que se encuentran los familiares de Nazarbayev – mientras destruía el sistema sanitario heredado de la Unión Soviética, degradaba las instituciones de enseñanza y el potencial investigador kazajo e impulsaba un nuevo nacionalismo ensuciando el pasado soviético. Se derribaron las estatuas de Lenin, marginaron la lengua rusa (protegiendo incluso a grupos de matones que acosan hoy a quien habla ruso), sustituyeron el alfabeto cirílico por el latino e incluso llegaron al extremo, como en Uzbekistán, de honrar a los colaboradores de los nazis durante la Segunda Guerra Mundial presentándolos como patriotas kazajos. El régimen kazajo no ha dudado en inventar la historia, en manipular el pasado para consolidar su poder, engendrando un sistema profundamente corrupto que explica la furia de quienes derribaron la estatua de Nazarbayev, un infame oligarca que cuenta incluso con una mansión en nuestro país situada en Lloret de Mar.

Las manifestaciones iniciales fueron pacíficas, acompañadas de huelgas de los trabajadores petroleros. El aumento del precio del gas fue el detonante de las protestas, que se ha añadido al constante empobrecimiento de los trabajadores, cuya situación se ha visto agravada por los efectos de la pandemia de Covid-19, el alza de los precios, los retrasos en el pago de los salarios, las dificultades para alimentarse adecuadamente de buena parte de la población y el aumento de la edad de jubilación. Además, se ha unido el hastío ante un régimen corrupto y represor que persigue a los comunistas, a la izquierda y a los sindicatos; que ha hecho del robo de la propiedad pública soviética y la posterior privatización, con planes que continúan, la fuente de su riqueza. Todo ello explica el hartazgo de la población.

Kazajistán, pese a una aparente estabilidad, esconde un constante historial de represión, como la matanza por la policía de dieciséis trabajadores petroleros en la huelga de 2011 en Janaozén (la soviética Novi Ozen), y la prohibición del Partido Comunista kazajo y de otras organizaciones de los trabajadores. Las diferentes familias de la oligarquía, articuladas alrededor de Nazarbayev, han vendido buena parte de las riquezas del país: los yacimientos de gas y petróleo kazajos han visto la llegada de multinacionales estadounidenses como Exxon Mobil y Chevron, además de Total y Royal Dutch Shell, y la mayor compañía siderúrgica mundial, Arcelor Mittal, se ha apoderado de las acerías. Además, Estados Unidos abrió laboratorios en el país que escapan al control del propio gobierno kazajo. La venta de las materias primas kazajas ha enriquecido exclusivamente a las familias del régimen mientras se empobrecía la población. 

El malestar y las protestas no han surgido ahora: desde hace más de dos años las huelgas se han extendido por el país. En la explosión de enero de 2022, las protestas y la represión han causado decenas de muertos, sobre todo en Almaty – la principal ciudad del país – con escenas dantescas como la decapitación de policías y el saqueo y la destrucción de edificios gubernamentales e instituciones públicas, incluyendo los aeropuertos de Almaty, Aktobé y Aktau. Se llegó a temer por el cosmódromo de Baikonur, el mayor del mundo, utilizado por el programa espacial de Rusia.

Al estallido de este malestar de los trabajadores y de la población se han sumado oportunistas de toda laya, desde sectores del propio régimen deseosos de ampliar su influencia utilizando incluso a unidades de los cuerpos de seguridad (Karim Masímov, ex primer ministro y responsable de los servicios de seguridad ha sido detenido), hasta el islamismo radical, pasando por los tentáculos de ONGs financiadas por gobiernos occidentales, sin olvidar que Arabia sufraga la actividad del fanatismo salafista con clérigos que recorren el país. En las protestas confluyeron grupos armados islamistas (las decapitaciones de policías evocaban de inmediato otras semejantes en Iraq y Siria), provocadores ligados a servicios secretos occidentales y fuerzas nacionalistas kazajas, originando una explosión de violencia con elocuentes objetivos: armerías, edificios gubernamentales, judicatura, sedes de los servicios de inteligencia, incluso asaltos a las ambulancias de los servicios médicos. A ello se añadió el saqueo de comercios y destrucción indiscriminada, en una operación de la que todavía faltan por aclarar muchos extremos y complicidades. Sin embargo, no es creíble la afirmación de Tokáev de que «veinte mil militantes atacaron Almaty»: ese elevado número de provocadores trasladándose por la región difícilmente hubiera escapado a la vigilancia de los servicios secretos kazajos y de otros Estados vecinos.

El régimen kazajo, con Nazarbayev y el ahora presidente Tokáev, pese a su pertenencia a la OTSC y la Unión Euroasiática que impulsa Moscú, y pese a mantener buenas relaciones con Rusia, ha aumentado sus conexiones con Estados Unidos, con quien realiza regularmente ejercicios militares. Además, su continua complacencia con el nacionalismo y con la actividad de agentes occidentales e islamistas está agravando la tensión en la periferia rusa, que contempla en las últimas semanas el espantajo de la «invasión de Ucrania» agitada por Estados Unidos y la OTAN. El imperialismo no va a renunciar a crear un cinturón de inestabilidad en la zona.

La crisis no ha terminado. La destitución de Nazarbayev como presidente del Consejo de Seguridad Nacional de Kazajistán, el cese del gobierno en pleno y la petición de Tokáev a la OTSC para que envíe tropas de pacificación pueden contribuir al momentáneo desenlace de la crisis, pero deja sin solventar los principales problemas del país: la voracidad de un régimen corrupto, la ineficacia del capitalismo para resolver los problemas de la población y la inexistencia de un plan honesto de desarrollo. Solo la recuperación de un proyecto socialista junto con las otras repúblicas hermanadas ayer en la Unión Soviética puede ofrecer un futuro justo a Kazajistán.

El Partido Comunista de España denuncia la feroz represión desatada por el gobierno de Tokáev y la criminal actuación en Kazajistán de las bandas de provocadores organizados, y quiere hacer llegar su solidaridad a los trabajadores kazajos junto con el respaldo a los camaradas del Partido Comunista de Kazajistán que se ven forzados a la clandestinidad en el país. El PCE denuncia la injerencia de agentes externos y el propósito de Estados Unidos de crear un cinturón de inestabilidad en la periferia de Rusia, ayer en Bielorrusia y hoy en Ucrania y Kazajistán, que solo agrava la tensa situación internacional.

Partido Comunista de España
8 de enero de 2022

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